Hasta 520 ordenadores y 470 proyectores distribuidos en los 10.000 metros cuadrados del espacio hacen posible el asombro del visitante, creando ante él mismo una ilusión virtual paralela a los límites de la realidad a través de depurados juegos de luces y efectos con espejos. Es la tecnología como obra de arte. El Mori Building Digital Art Museum, inaugurado en el verano del 2018 y situado en las cercanías de Tokio, pretendía haber sido uno de los focos principales de atención en las Olimpiadas de Tokio 2020. Ahora, espera pacientemente a que estas Olimpiadas se celebren para darse a conocer a gran escala en el mundo.
Se trata de un museo a los que ya muchos han bautizado como “El museo del futuro”. En su interior todo es tecnología. Se trata de romper la barrera entre el arte y el espectador, permitiendo que las personas se sumerjan en una experiencia 100% digital. El museo se transforma con cada estación del año, propone una fuerte comunicación con la naturaleza y ofrece experiencias personalizadas a sus visitantes. Para hacernos una idea del impacto que ha tenido en el público, solo cabe señalar que, en los seis primeros meses desde su inauguración, más de un millón de personas habían visitado el museo.
Tecnología como obra de arte
El museo cuenta con un inmenso espacio en donde las obras, como el paisaje – flores, plantas, peces, montañas y otros elementos- están continuamente cambiando. Por lo tanto, es imposible volver a ver el mismo escenario dos veces. Las obras van cambiando literalmente a cada paso de cada visitante, una experiencia única y singular que invita a perderse en los laberintos, totalmente digitales, que vibran a tono de cada estación. Así, por ejemplo, en la primavera nipona uno se pasea por campos de arroz pequeños y exuberantes. En verano vemos el entorno madurar y en otoño, todo adquiere un color dorado. Con el paso del tiempo también los insectos y las flores hacen su aparición. El movimiento de los insectos está influido por las acciones de las personas, y a medida que la gente se mueve, el flujo del aire cambia y dispersa los pétalos de las flores en diferentes direcciones. Cada obra va mutando cuando el calendario marca la llegada de una nueva estación. La tecnología como obra de arte que refleja el paso de las estaciones.
Un museo sin mapas
El museo no tiene recorrido predefinido. Las obras cambian también por la interacción entre los propios visitantes. En el denominado “Bosque de lámparas resonantes”, que imitan la ceremonia de la llegada de los cerezos en flor, las lámparas cambian de color al acercarse, pero volverán a cambiar de tono cromático si esta vez se acerca otro de los visitantes. El mensaje que busca transmitir es que no existen fronteras y que cada persona puede influenciar y ser influenciado por los demás. De esta forma, han eliminado por completo los mapas del museo, así que cada quién es el autor de su recorrido y por lo tanto de su experiencia, basta con seguir el corazón. También puedes descargarte una app que te permite programar lo que va a suceder en determinadas áreas.
El Mori Building Digital Art Museum es perfecto para esta aplicación de la tecnología como obra de arte, que adquiere cada vez más notoriedad en la sociedad actual; y es capaz de combinar el arte figurativo y las diferentes tecnologías. Este arte produce instalaciones inmersivas con un fuerte impacto en espectador y a su vez convierte a la tecnología en una inmensa obra de arte. Los contenidos del museo han sido creados por el colectivo de artistas teamLab Borderless, un grupo interdisciplinario de artistas muy afamados a nivel internacional. Incluye ultratecnólogos, programadores, ingenieros, animadores de imágenes generadas por computadoras, matemáticos y arquitectos. Según ellos mismos han afirmado en un email enviado desde Japón:
“Nuestras obras son interactivas y fomentan la participación de los espectadores, para que su presencia cambie el arte. Si un cambio causado por una tercera persona es hermoso, entonces la presencia de esa persona se vuelve hermosa y apreciativa”